De las rojas a la ópera en Viena, y con smoking

A los diez años se subió por primera vez a un avión, jugó en Austria y conoció a “Terminator”, con quien se fotografió un par de veces. También fue a una ópera en Viena y se lució en España, en el Mundial de Francia 1998 y fue campeón con Colo Colo... Es Francisco Rojas, el “Murci”, a quien no le incomoda que lo llamen por su apodo ni tampoco que lo molesten por las frases que lo hicieron famoso. “Mientras sea con cariño”, señala. En la escuela, cursando la educación básica, juntos a dos de sus amigos.
De las rojas a la ópera en Viena, y con smoking
De las rojas a la ópera en Viena, y con smoking
sábado 22 de marzo de 2014

Cuenta Francisco Rojas que su padre -falleció días después que se realizó esta entrevista- nunca lo acompañó a un estadio, ni cuando jugó por la Roja ni menos cuando estuvo en Colo Colo. A “Don Tito” más bien le gustaba ver los partidos con sus amigos en un bar de Coquimbo, allá en Avenida Ossandón. Menos proponerle que viajara fuera del país. “Mejor en bus”, decía.

Ha pasado una semana de la triste partida de Héctor Ulises Rojas y Francisco Rojas, su regalón, dice estar más tranquilo, más sereno. Pese a su edad (95) nadie quería que se marchara. Mucho menos sus nietos, que lo disfrutaron hasta el último día, incluyendo el de su cumpleaños, donde estuvo rodeado de sus seres queridos, quizás presagiando lo que sucedería con los días. “Lo importante es que lo disfrutamos al máximo y hasta la última. Sé que se fue contento y muy orgulloso de la familia que tiene, ya que estuvo rodeado de sus ocho hijos, nietos y bisnietos”, comenta el “Murci”, quien admite que la pena y la nostalgia seguirán por un tiempo, pero que hoy está más calmo y que ahora sólo piensa en “acompañar a mi viejita, que necesita más apoyo que nunca”, comenta. 

Se fue el hincha más fiel, el más querido y pieza fundamental en su carrera; pero Rojas sigue siendo el de siempre y no duda un segundo en saludar de mano o con un gesto de cortesía a quien lo agasaja por la calle. Le gritan “Murci”, a secas como a él le gusta y nunca, desde el primer día, ha podido, ni pretende, disimular ese afecto.

DE ÓPERA

Hace dos años se alejó de las canchas, pero jamás dejará de ser un futbolista. Por eso no duda en decir que “sí” cuando lo llaman sus amigos -principalmente sus compañeros de aquella selección que logró los boletos al Mundial de Francia 1998- para jugar un partido de fútbol, ya sea en La Serena o fuera de ella; en un homenaje o en una despedida. “Lo importante es que siempre estoy y sigo compartiendo con los amigos, tanto de la selección como también con jugadores de la ‘U’, donde recordamos los clásicos con Colo Colo”, cuenta.

Su contextura física sigue siendo la misma. No ha cambiado en nada, aunque sí considera que sus piernas hoy son las de un excombatiente del fútbol, porque pese a que jugaba como lateral, no faltó quien lo tirara a matar. Por igual, los defensores del Arsenal de Inglaterra, de la Universidad de Chile, de Coquimbo Unido o sus amigos del poblado de Las Rojas. 

“Me retiré hace dos años, pero sentía que aún me quedaban ganas de seguir. De todas maneras hice cosas positivas, porque jugué Liga de Campeones, un Mundial y salí campeón con Colo Colo. Me retiré conforme, aunque te repito, con ganas de seguir jugando”, confiesa.

En la actualidad divide su tiempo en los estudios para ser técnico profesional –viaja todas las semanas a Santiago, donde cursa segundo año de iniciador en el INAF-, su familia y la escuela de fútbol que lleva su nombre: Francisco “Murci” Rojas, donde enseña el ABC del fútbol todos los viernes (16:00) y sábados (10:00) en la Universidad Pedro de Valdivia, en Avenida Cuatro Esquinas con la Ruta 5 Norte, gracias a una buena gestión con el vicerrector Fernando Díaz. Por eso, el tiempo no le sobra. Sin embargo, cuando le propusimos esta entrevista no dudó en responder que bueno. Es que le gusta hablar de fútbol y recordar sus inicios que partieron en la Academia Santa Inés, Deportes La Serena y Colo Colo, donde comenzó una carrera brillante que pronto lo llevó a jugar en España y Austria, donde se hizo ídolo del Sturm. Sí, recorrió el mundo y conoció gente influyente, como el actor Arnold Schwarzenegger, fanático del club austriaco y de quien recuerda la inmortal frase de él: “Hasta la vista, Murci”. Tampoco titubea en contar que allá tenía todo. Si hasta se sentía protagonista de esas películas de “ricos y famosos”, las mismas que veía cuando chico. 

“Fue una etapa muy bonita debido a que me adapté rápido. Lo más complicado fue el idioma, pero para mis hijos fue más fácil, aunque cuando hablaban muy rápido no les entendía y parecían que estaban enojados, porque ese idioma es como duro. Y yo algo sé, pero ya muy poco. ¿Sabes? Allá la vida fue buenísima en todo sentido. Imagínate que se apostaba quién hacía los goles. ¿Cómo? Había una tabla que decía, por ejemplo, Francisco Rojas paga tanto… Yo me iba a apostar yo, en serio. Me apostaba cien euros a que anotaba dos goles; y los hacía y pagaba diez veces o más, así que terminaba el partido y me iba a cobrar y después al salón Vip del estadio donde cenábamos. Era divertido ese tiempo en Austria, porque lo pasamos muy bien con mi familia. También con Arnold nos conocimos, nos sacamos fotos… Y tuve la oportunidad de ir hasta una ópera, porque el presidente del club me invitó, luego de haber tenido una buena temporada. ¡Si hasta un smoking me tuve que poner! Fue emocionante, una bonita experiencia. Y me pude haber quedado más años en Austria, pero no se dio la situación por algunos factores, así que me fui y aproveché de tomarme unas vacaciones en Grecia con la familia, donde estuvimos en la isla de Rodas, para luego volver a Chile; a la Unión, luego a La Serena…”

-Oiga, don “Murci”, ¿cómo lo hizo para entender lo que cantaban?

“La ópera se escucha con el alma. De verdad que fue una bonita experiencia. Aunque igual cuando pasaban los minutos estaba como inquieto y me movía para todos lados, pero es emocionante estar y escuchar una opera en Viena”.

-…Pero antes de Austria estuvo en España…

“Claro, estando en Colo Colo se dio la posibilidad de jugar en Tenerife (1996), donde estuve seis meses, pero porque me aburrí. Allá en España me acostumbré ‘altiro’, además que estaba solo y escuchaba música en la pieza, entonces no me costó adaptarme, pero yo quería jugar siempre. Y el técnico en ese entonces era Jupp Heynckes, campeón con el Bayern Múnich de la Liga de Campeones, así que imagínate, poh. Y verdad que me vine porque me aburrió la rotación, porque una semana jugaba, a la otra iba a la banca y a la siguiente no me citaba, pero en realidad era así con todos los jugadores. Entonces hablé con la gente de Colo Colo y les dije que quería volver. De verdad que en España me sentí como en casa, pero yo quería jugar…”

LA ROJA

No hay dudas de que el tema de la Roja aún le eriza la piel. Es que al momento la palabra se hace mágica y sus ojos se iluminan. A lo mejor si tuviera la oportunidad de pedir un deseo, sería ese, el de volver a ponerse la “Roja de Todos”, esa misma que parecía dos tallas más grande, con la que le entraba el viento que parecía volar en cada compromiso.

“Fue una etapa muy bonita en mi carrera, ya que todo jugador cuando chico quiere algún día jugar por la selección y llegar a un Mundial. Yo lo cumplí y me siento orgulloso de aquello, aunque siempre pienso que tuvimos mala fortuna, porque de haberle ganado a Austria, que nos empató en el último minuto, nos habría tocado con Dinamarca, a quien seguramente le ganábamos y seguíamos pasando”.

-¿Y no se acuerda del piscinazo?

“Recordando lo de la simulación, que fue mostrada en todos lados, creo que ahora no soy el número uno, sino que como el cien... Y no fue tan así, ya que al jugador camerunés le hago un amague, pero no sé qué me pasó y me caigo, y hasta me doblé el tobillo, pero no fue una simulación. Si con Zamorano tratábamos de decirle al árbitro que me había caído, con señas, pero igual nomás me mostró una tarjeta que al final me dejó fuera del partido con Brasil. De todas maneras fue lo máximo jugar un Mundial. Si cuando enfrentamos a Italia, una potencia italiana, donde todos decían que nos iban a ganar, hicimos un excelente partido y estuvimos cerca de vencer. Ese Mundial marcó una época para todos, pienso yo, porque la gente repletó todos los estadios donde jugamos. Si tú entrabas y decías: ‘¡tanto chileno!’. Eran miles, principalmente cuando jugamos en Bordeaux”.

NÚMERO 36

Pero para que el Pancho llegara a tanto recorrido existe un comienzo. Y lo recuerda bien. “Partió todo rápido, yo cuando chico, a los 10 años, me fui a probar a Coquimbo, entrené, jugué, y luego me dicen que no estaba mi categoría (año 74) y como no me dejaron, me fui al pueblo de Las Rojas donde tiene casa mi familia, a veranear. Al tiempo fue Deportes La Serena a jugar un partido de ‘beibi’ y justamente yo no estaba y el partido terminó empatado a 3. Al mes siguiente quisieron jugar la revancha y me fueron a buscar y no tenía ni zapatos, así que mi hermano me prestó unos que eran 39 y yo calzaba 36, así que le metimos algodón, le metimos diario y jugué en una cancha que era de maicillo, donde hice 6 goles y ganamos 6-5. Fui figura y al otro día me levanté temprano, como a las 6 de la mañana, y partí al estadio sin zapatos de fútbol para entrenar en la Santa Inés, donde estaba don Gregorio Vilches, Hernán Pezoa, grandes profesores…”

-Me contaron que el primer viaje en avión fue una odisea, ¿verdad?

“Claro, jejé. Ahí estuve dos meses y me llevaron a Perú y primera vez que viajaba en avión. No tenía dinero para ir y mi mamá hizo colectas para poder viajar, como vender pescado, por ejemplo. Tenía 10 años y en mi primer viaje me dijeron que apretara los dientes, que no me despegara. Y como uno era inocente, lo hice. Me apretaba fuerte los dientes, me agarraban y decía: “no se va a moveeeerrrrr…”. Después me dijeron que me relajara, jejé. Pero fue una linda experiencia. Después viajamos a los Estados Unidos donde estuvimos en Denver, Miami, Los Ángeles, también fuimos a Europa donde conocimos la Torre Eiffel cuando cumplió 100 años. Vivimos muchas cosas bonitas con la Academia Santa Inés”.

-¿Y qué pasó después?

“Después pasé a cadetes de Deportes La Serena y ahí estuve a punto de irme con una tía para Calama, porque quería jugar y a los 16 años no me estaban dando esa oportunidad. Hasta que llegó el técnico Roberto Hernández y me fueron a buscar a Las Rojas, porque ya no quería jugar más. Me acuerdo que estaba jugando una gran pichanga en el colegio cuando aparece uno de un 1,80, 1,90 y todos salen arrancando. Entonces pregunta -Hernández- por Francisco Rojas y nadie quería decirle que era yo. Luego de un rato y cuando veo que seguía preguntando y nadie le respondía, me presento y ‘altiro’ me pregunta por mi mamá, que quería hablar con ella. Nos fuimos a la casa, pero yo me quería ir caminando, porque estaba asustado. Me dice que me suba, nomás, y todos mis compañeros detrás corriendo pensando que me había pasado algo. Ya en la casa le dice a mi mamá que ahora iba a entrenar con el primer equipo y que tenía que estar al otro día a las 8 en los entrenamientos”

-Le apuesto a que como primer día llegó a la hora…

“Si, poh, al otro día me levanto temprano, me voy al estadio y lo primero que había era un test de Cooper, donde anduve bien, porque tenía buena capacidad aeróbica, de resistencia, así que me dieron la posibilidad y quedé. En ese equipo había varios y buenos jugadores… Yo jugaba de volante y en el debut, en el año 93, con Calera, me hacen jugar de lateral, porque se lesionó Alberto Valenzuela. Igual el profe Hernández me dijo que lo pensara, porque yo jugaba en otra posición y no quería incomodarme. Ya, poh, llegué a la casa y recuerdo que no fui a clases, donde estaba cursando el cuarto medio, porque tenía que hablarlo con la familia. Les pregunté qué pensaban si yo jugaba en esa posición. Como que al principio no les gustó la idea, pero después me dijeron que lo aprovechara, que era el debut…”

-No me diga que de ahí saltó al salón de la fama...

“Claro, ya que desde ese momento nunca más salí de la titularidad, porque ese día ganamos por la cuenta mínima y el penal me lo hicieron a mí… Tenía 18 años… Ese fue el despegue… Y Colo Colo me estaba siguiendo y me quería a los seis meses de haber debutado. Todo porque cuando les ganamos en La Portada hice un buen partido, aunque aún recuerdo la tijera que me hizo Javier Margas. ¡Me dio con todo! Después de ese compromiso, o a los días, fuimos a conversar para arreglar un contrato, pero no llegamos a ningún acuerdo”.

-Si no llegó a buen acuerdo, ¿entonces ¿quién era el que jugaba en Colo Colo por la banda izquierda? 

“Espérate, poh. A las semanas vino el empresario Vinicio Fioranelli a comprarme, de parte de Tito Olivos, que era compadre justamente de Roberto Hernández. Ahí me compraron junto a Ricardo Rojas y me fui a Colo Colo”.

-Lo demás es historia conocida…

“Sí, pues en ese momento estaba jugando en la selección Sub 20, en la Sub 23 y de ahí no paré más, puesto que comencé a alternar con la selección adulta. Llegué el 94’ a Colo Colo cuando estaba el Pato Yáñez, Cantatore como técnico, el “Diablo” Etcheverry, el uruguayo Marcelo Fracchia, Juan Castillo (también de La Serena), el “Guatón” Vega, el “Koke” Contreras, Margas… Yo entré rápido, ya que con la mayoría me veía en la selección. Tenía 18 años y lo que sí me costó un poco fue jugar ‘altiro’, porque quería debutar rápido. Y lo estaba haciendo, pero en un entrenamiento jugábamos rugby y me lesioné, me fracturé la clavícula y estuve casi un mes con yeso. Yo quería irme, ya que con la lesión pensé que perdería el nivel. Entonces Roberto Hernández fichó en O’Higgins y me dijo que me fuera a préstamo y le dije que sí, que yo quería jugar y no alternar. Bueno, justo llega el paraguayo Gustavo Benítez y después de varias semanas de entrenamiento, me dice que tenía que jugar de lateral izquierdo, porque Margas estaba expulsado. Era el debut con Everton en Viña del Mar y salí el mejor jugador de la cancha. Me dije: ‘esta es la mía, no salgo más…’Ahí a Margas, que jugaba en esa posición, lo mandaron de central, así que el más feliz era él, poh: “Menos mal que salí de ahí… Tú ahí y yo acá…”, me decía, jejé”.

-¿Y en qué año hace el gol que les dio el campeonato, donde casi se nos muere y muestra el tatuaje del murciélago?

“Fue a los años, en el 98’. Lo recuerdo porque hice el gol del título cuando le ganamos a Iquique restando pocos minutos para el final. No sé si fue el más importante de mi carrera, pero sí obtuvimos el torneo que peleábamos con la “U”. Siempre me acuerdo, porque cuando anoté se me tiraron todos encima y me estaba ahogando. Le dije a Marco Villaseca, que estaba encima de mí, que se moviera un poco, que ya no podía más, que no podía respirar… Fue la locura, porque quedaban seis minutos y de no ganar lo hacía la Chile, que había ganado su partido el día anterior. Fue la estrella 22 y la gente siempre se acuerda. Creo que con la gente de Colo Colo existe un cariño mutuo. Además, ese año fue el boom de mi carrera, porque salí campeón y estuve en la selección y luego me fui a Austria. Pero antes también me quería el Chelsea de Inglaterra, pero Peter Dragicevic -presidente- me quería vender en 4 millones de dólares y ellos ofrecían tres y medio. Yo me quería ir, era mi momento… Al final no me fui y seguí en el club, pero esos años no fueron buenos, porque llegó la quiebra. Entonces me comenzaron a deber dinero y como no tenían para pagar me dieron el pase y ahí me fui a Europa. Pero estoy contento con todo lo que hice en Colo Colo. Son bonitos recuerdos”.

-Lo saco del tema… De las tantas anécdotas que hoy circulan, hay una que entra de cabeza al rubro de mito… Por ejemplo, esa de que “tengo una oferta de un país brasileño”, como adelantándose a la creación de un nuevo continente, digo yo...

“Jajá, pero te digo ‘altiro’ que algunas las inventaron. Sí te puedo asegurar que la frase del “equipo juega igual conmigo o sinmigo” es mía, jeje. Pero te pasa en milésimas de segundos. Si cuando te ponían tantos micrófonos me enredaba y pasaba, nomás. Pero es clásica, esa, ¿verdad? De todas maneras, la gente te molesta en la calle pero siempre ha sido con mucho respeto, así que todo bien. De todas maneras me cago de la risa cuando me acuerdo. También dije esa de “estoy contento, porque mi perrita tuvo perritos míos” y la dije en Viña, cuando estaba recién jugando en Colo Colo, jejé. Son bonitos recuerdos que uno tiene. A veces veo programas de televisión y hablan de eso, lo que es bueno… Son momentos imborrables y estoy agradecido de la gente, porque siempre me lo recuerda con afecto”.

¿Y es cierto que sigue siendo regalón de Nelson Acosta?

“Dicen que yo era el regalón, pero la verdad es que nunca lo he sabido, de verdad. De hecho lo voy a llamar para saber si es cierto, porque de haber sido regalón me habría llevado a todos los equipos que dirigió. Si debo reconocer que existe una buena onda entre ambos y le agradezco por el cariño, pero así como regalón...”