PREMIACIÓN

Ovalle en 193 palabras: Las historias y recuerdos que destacaron los ganadores

La Corporación Cultural Municipal de Ovalle reconoció a los ganadores del tradicional certamen de cuentos y relatos breves que se realiza en el marco de cada aniversario de la capital limarina. Un jurado especializado, compuesto por reconocidos escritores locales, Paz Corral, Carlos Ardiles y Sebastián Vergara, escogieron los relatos más destacados de esta edición, cruzados por la nostalgia, la memoria histórica y la identidad de la ciudad. Descubre aquí los cuentos premiados.
Un merecido reconocimiento recibieron los autores de estos pequeños relatos que relevan la historia y la identidad ovallina.
Un merecido reconocimiento recibieron los autores de estos pequeños relatos que relevan la historia y la identidad ovallina.
domingo 21 de abril de 2024

Mención honrosa

Ovalle, 03 de enero de 1988

Víctor Arenas Ramírez

El estadio relucía de un verde profundo y glorioso mientras la numerosa hinchada papayera se encontraba apostada a un costado de la tribuna.
Radio Norte Verde transmitía el encuentro. El pitazo oficial dio inicio a la reyerta. Sentado en la galería mordisqueaba ansiosamente mi ingente sanguche de pernil en medio de la barra ovallina.
En una jugada sorpresiva, Rubén “Nene” Gómez abrió el marcador y por un instante pude experimentar la felicidad: “goooool”, grité, desgarrándome la garganta con todo el alma. La galería en masa estalló de euforia al igual que en el 75 cuando subimos a la primera división de honor.
En el segundo tiempo, el ingreso de Víctor Pititore Cabrera en los granates puso todo cuesta arriba. Dos cabezazos infames batieron la valla de Carlos Cáceres enmudeciendo al recinto ferroviario y desvaneciendo las ilusiones de la hinchada verde. Aún recuerdo la escena: Pititore Cabrera dando volteretas en el aire para celebrar nuestra más injusta derrota. Y mis anhelos febriles de niño haciéndose trizas en la última vez que soñamos con volver a primera.

 

Mención honrosa

Yendo a buscar aserrín para el burro
Fabián Codoceo

Había que ir a buscar aserrín a la barraza Dabed, inapelablemente, el viejo "siete pelos" nos había enseñado bien, hay que afrontarlo, aunque seamos niños. Se acabó el gas y hay que usar el burro. Es nuestro momento. Solo teníamos que pedírsela al Sr Bruna. Rapidito fuimos a buscar el carro donde la mamá de la tía Rosa y de ahí, comiendo un pancito amasado que nos regalaron, caminamos por la Avenida La Paz. Otra cuestión es que todo pasa tan rápido que no supe cómo
estábamos llenando los sacos en el fondo del foso en calle Libertad. Nos demoramos poco en llenar los sacos porque, ya veía yo, que la sierra comenzaba a girar y nos cortaba. Bueno, así era la cosa. Nos reímos juntos al contárselo a mi hermano. Todo lo que baja, después sube, dije yo. Mi hermano, me miro nomás porque era más grande. Amarramos los cuatro sacos al carro y a empujar a la Esperanza. La única esperanza dije yo, es que después de prender el burro, la abuelita nos haga unos huevo fritos, total, tener que empujar todo el camino a casa, tiene su recompensa calientita.

1° Lugar

Probables precipitaciones
Jorge Hauyón Castillo

— ¡Se está armando! —había dicho mi suegro. Ya terminaba junio y el cielo no había entregado una sola gota, pero ahora realmente tenía buena pinta, estaba cerrado parejito.
—Hay que limpiar la canaleta. —dijo mi señora. Así que terminé encaramado en el techo barriendo hojas secas y caca de gato. A esa altura se veía más prometedor y el vientecito ilusionaba.
— ¡Éste va a espantar la lluvia! —se escuchó desde la casa de mi vecino.
Almorzábamos cuando se sintieron los primeros golpecitos en las latas. Hicimos silencio y de a poco lo que había empezado casi imperceptible fue tomando fuerza, se venía el agua, por fin.
—Ya va a salir a mojarse este otro… —alcancé a escuchar mientras cruzaba la puerta. Empezaban a formarse pozas y la gente aceleraba el paso. Llegué hasta la alameda cuando el río que bajaba desde el cerro me cortó el paso. De todas maneras, a esa altura ya estaba empapado como chipipe, me devolví feliz.
Al llegar, el aroma de las sopaipillas calientitas me envolvió. Entré con una sonrisa de genuina felicidad. — ¡este año va a estar verdecito! —exclamé, — ¡sécate luego, hombre! —me contestaron.

2° Lugar

Nostalgia
Roberto Paz Rivera

Salió de la consulta desconcertada. Su hijo único radicado en Santiago le había enviado el dinero para los exámenes y la atención médica. Caminó algunos pasos bajo el sol insistente. Por qué no me puse el sombrero, pensó, presa de su propio escrutinio. Llegó a la plaza de armas y se sentó frente al correo. Por un momento se dedicó a mirar a los desconocidos y recordar la fiesta de la primavera o el carnaval de verano, los antiguos malones en casa de la Sonia Arias, su amiga del liceo. Pero el diagnóstico se había incrustado como una daga en su conciencia: Alzheimer. ¿Qué le diría a José Miguel? ¿Cómo lo tomaría? ¿Por qué a ella?
Fue tanto el escozor de sus ideas que se levantó y se dejó llevar por la fuerza de la nostalgia. Bajó por Victoria y cruzó al mercado; se escabulló en el gentío de un viernes de feria siendo casi un fantasma. Llegó a Miguel Aguirre y siguió por Independencia. Entonces se detuvo frente a una casa al lado de un local de repuestos. Y creyó que era la casa de Sonia, pero ya lo había olvidado.

3° Lugar

Daño Colateral
Fernanda Contreras

Caminado por la plaza de Ovalle, me senté debajo de una palmera. Era un día soleado, las sombras eran esquivas, pero no me importó. Observaba a las palomas que eran alimentadas por niños y empecé a divagar en qué momento comenzó esa tradición de comprar alpiste a la señora del carrito verde para alimentarlas, sin saber del pánico que me dan dichas aves y la cantidad de enfermedades que pueden portar y están voluntariamente enfermando a sus niños. Decenas de esas aves se amontonan alrededor del niño, que sonríe feliz al verse rodeados de ellas. Su objetivo había sido cumplido. Valientemente o estúpidamente el padre alcanza a tomar una de ellas y se las acerca al niño sonriente. Con temor acaricia su cabeza y sonríe a carcajada. Después de divertirse un rato con la paloma la suelta y siguen con el juego de darles de comer.
Más allá la paloma que fue tomada por ellos se aisló de las demás. Era como si ella misma se sintiera contaminada. Ni siquiera las otras palomas se acercaban a ella, dando a entender que hasta las aves se alejan de otras especies cuando han sido vulneradas.