Contra viento y marea

Tenía 30 años y pesaba 130 kilos, fumaba al menos una caja de cigarrillos al día y llevaba una vida sedentaria. Hoy tiene 47, y, en su mejor forma, se prepara para correr el Cruce de Limarí, una maratón extrema. Cuenta cómo el deporte cambió su forma de ser, fortaleció su espíritu y le hizo ver la vida de otra manera.
Contra viento y marea
Contra viento y marea
domingo 16 de agosto de 2015

uando el viernes 7 de agosto su imagen apareció en la portada de diario El Día, muchos lo tildaron de loco. Y no era para menos. Qué hacía un sujeto vestido de corto a esas horas de la noche, corriendo por el puerto de Coquimbo en medio del temporal más violento que ha azotado a la región en los últimos años.
También se pensó que se trataba de un ciudadano descuidado. Uno que no había hecho caso a los pronósticos meteorológicos y que fue sorprendido por el inclemente clima. Pero de aquello nada. Sabía perfectamente lo que hacía y mientras todos huían de la lluvia, él la buscaba.
Para Rodrigo Homero Bugueño (47) esa noche era la ideal para entrenar y no la desperdiciaría. Pese a que en su familia le dijeron que no saliera, que esperara un poco a ver si “amainaba el aguacero”, su pasión por el deporte pudo más, aunque claro, nunca imaginó que el destino esta vez inmortalizaría su pundonor, y tenacidad, y que una lente de nuestro medio de un flashazo lo retrataría en su máxima expresión, corriendo mesiánico sobre las aguas que a esa hora hacían mares en las calles de Coquimbo.

UNA CARRERA,
UNA OBSESIÓN
“No podía darme el lujo de dejar de entrenar y mientras más adversas sean las condiciones, para mí es mucho mejor”, dice el corredor, cuando llegamos a buscarlo a la cotidianidad de su trabajo, en una ferretería de La Serena.
Luce normal. Con 1.74 mt de estatura y contextura más bien gruesa, nadie imaginaría que a sus 47 años, se está preparando para uno de sus mayores desafíos: Participar en la extrema carrera de El Cruce de Limarí a realizarse en el mes de octubre. “Tengo que llegar bien preparado, porque además de ser un desafío personal, es una carrera en equipo, entonces tampoco les puedo fallar a ellos. Lo que pasa es que estuve 3 meses lesionado y uno pierde forma, por lo que estas alturas un día que deje de entrenar es mucho, por eso que aunque llueva, truene o caigan relámpagos hay que salir igual”, dice el maratonista, sentado en la oficina, donde durante el día ejerce labores administrativas.
Todavía ríe cuando recuerda la mañana en que un amigo lo llamó por teléfono para contarle que había salido en la portada de diario El Día. Él estaba en su trabajo, luego de haberse levantado, como siempre a las 06.30 am para trasladarse desde Coquimbo, donde reside junto a sus padres, en el sector de El Llano. “Yo no me había dado cuenta, es que generalmente no reviso la prensa, pero cuando me dijeron obviamente que me sorprendí y me causó gracia. Trataba de acordarme, pero en ningún momento me percaté que andaba una camioneta del diario cerca, ni menos sentí que alguien tomara fotos. Yo corría y corría nomás, bien concentrado como acostumbro hacerlo, sin mirar para el lado”, cuenta Rodrigo, con un tono de relajo y una expresión risueña permanente.

COSAS DEL DESTINO
Sabe que su momento de fama llegó de manera inesperada, lo que ha sido una tónica en su vida, sobre todo en lo que tiene que ver con el deporte, hoy por hoy, lo que más lo motiva. Resulta que pese a que su infancia en la ciudad puerto, donde llegó a los meses de vida desde Vallenar (Región de Atacama), la pasó viendo a su padre practicar deporte, llegando a ser un destacado futbolista amateur, a él nunca le importó demasiado la actividad física, mucho menos de forma competitiva. De hecho, reconoce que tanto de niño como de adolescente, era más bien “flojito” y tenía otros intereses. “En la escuela uno andaba preocupado de tontear, no sé, y ya después en la enseñanza media también, el deporte no era lo mío, aunque mi hermano, sí heredó lo de mi padre. Él juega futbol, al arco, pero yo nada, no saqué el talento nomás”, relata Bugueño, siempre animoso. Cuesta imaginárselo triste.
¿Y en la época universitaria? Menos. Cuando ingresó a estudiar Ingeniería en Alimentos en la ULS, se preocupó de terminar la carrera pronto, y participó en labores pastorales. Tuvo algunos coqueteos con el ciclismo, pero nada importante. Definitivamente el deporte no era lo suyo.
Su vida transcurrió con altos y bajos. Al salir de la universidad, no pudo trabajar en lo que estudió, sin embargo, logró desarrollarse profesionalmente en diferentes empresas efectuando labores administrativas. Pero sentía que le faltaban cosas, aunque siempre fue un hombre optimista, reconoce que no era del todo pleno. “Nunca fui de cuestionarme las cosas. Cuando pasaba algo malo siempre traté de buscarle el lado positivo, pero reconozco que cuando llegó el deporte a mi vida, cambió mi percepción de todo y sentí que encontré lo que buscaba sin saberlo, y habiéndolo tenido tan cerca siempre”, recuerda, Bugueño, con una seriedad leve, que no alcanza a superar a su risa constante.
Y sí, fue inesperado, aunque necesario como aquella foto portada que nos llevó a conocerlo. Tenía 30 años y pesaba 130 kilos, se alimentaba mal, fumaba una cajetilla de cigarrillos en un día normal y hasta dos “cuando había carrete”. Era un hombre totalmente sedentario. “Lo que pasa es que el mismo sistema de vida te lleva a eso, el trabajo, la misma cultura chilena que no estimula la actividad física, hace que la mayoría de las personas no hagan ningún deporte, uno cae en eso”, reflexiona, y guarda silencio por algunos instantes. En ese momento parece venir a su memoria aquel instante que determinó definitivamente el radical cambio en su estilo de vida.
Fue su cuerpo el que le avisó. Un día cualquiera se dirigía a su trabajo, iba atrasado, tuvo que apurar el paso y simplemente no duró más de cinco minutos. “Tuve un ahogo horrible, me sentí agotado, tremendamente cansado. Todo por caminar un poco más rápido, yo tenía sólo 30 años así que me preocupé, me di cuenta que no podía seguir así”, afirma Rodrigo, el corredor bajo la lluvia.
Un amigo practicaba andinismo y decidió partir por ahí. Se integró a ese mundo y para poder rendir, le dijeron que era fundamental que mejorara su forma y estado física.
Con determinación lo logró. Comenzó a correr, correr. Simplemente correr durante todo el tiempo que podía. Si no estaba en el trabajo estaba corriendo, en las calles, en el borde costero, en cualquier parte. No podía parar. “Fue una experiencia muy mística cuando empecé. Al principio, no aguantaba mucho, pero después sí, cada vez más, un kilómetro, dos kilómetro, tres… y así, al final te vas fijando metas y las vas cumpliendo. Cuando las logras, la sensación es inexplicable”, dice, y la emoción aflora, sutil.
Bajó de peso “ya no era el guatón Bugueño”, acota, y ríe. Pero sobre todo, se sintió mejor consigo mismo y logró lo que en años no había podido, con ningún tipo de tratamiento: Dejar el tabaco. “Lo que pasa es que el interés por superarme era demasiado grande y yo sabía que fumando no lo iba a conseguir, entonces pesó mucho más eso”.

A LA PISTA
Corría por diversión y sobre todo por su salud espiritual y física. Se había unido al Club de Atletismo de Coquimbo, para recibir algún tipo de asesoría en sus largos trayectos, pero nunca pensó en competir. Y sí, aquello también llegó de manera inesperada.
Rodrigo tenía 43 años cuando por primera vez se midió con otros corredores, todos de renombre en el ámbito amateur, que habían competido desde siempre. Reconoce que los nervios por poco lo superan. “Es que es distinto estar en la calle, solo contra el reloj, a lo que yo viví en ese minuto. Además siempre está la incógnita de cómo vas a funcionar, de qué tan lejos estás de los demás que tenían más experiencia… pero me lancé nomás”, relata.
No le fue tan bien en su debut, pero se dio cuenta que podía más. En su segundo intento, obtuvo el cuarto lugar y definitivamente se convenció que los años de desafíos en solitario habían dado frutos y se había nivelado con los demás atletas.
Motivado, llegó a su tercera competición con aspiraciones y lo consiguió. Subió por primera vez a un podio, se colgó su primera medalla y en ese momento decidió que iría por más. Intensificó su régimen de entrenamiento a cinco días a la semana, al menos dos horas de carrera intensa. “Sabía que podía ser un poco arriesgado, pero no he tenido problemas hasta el momento, salvo un par de lesiones, pero las normales. Creo que mi cuerpo ha respondido bien”, afirma, orgulloso.
Sabe que de haber comenzado antes, podría haber llegado más lejos en el mundo deportivo, incluso a ser profesional, pero no se atormenta con eso. Está convencido que el deporte llegó a él para otra cosa. “No es mi estilo pensar en lo que pude hacer, sino en lo que sí hice. Muchas veces la gente no comprende, pero cuando yo me inicié en esto, era otra persona. Corriendo adquirí fuerza, no sólo física aprendí cosas de la vida y de mí. En una carrera, en una maratón de 2 ó 3 horas, donde estás sólo, tú y lo que puedas dar, piensas en todo y lo vives todo. Te derrotas, te rindes, pero te paras y sigues. Sientes que ya no puedes más, te convences de eso, pero al final, cuando llegas a la meta te das cuenta de que sí podías más. Mira, si eso no es un enseñanza de vida, no sé qué más puede serlo”, expresa el maratonista en un tono firme, como su convicción.
No sabe cuánto tiempo más continuará en esto. “Hasta que no pueda pararme”, dice él. Ya ha participado en decenas de competiciones, ha ganado medallas y tiene el respeto de sus pares. Por el momento, está focalizado en el Cruce de Limarí en donde quiere “llegar a lo más alto”, pero cuando dice aquello, no está hablando de llegar en el primer lugar, se refiere a vencer la adversidad y eso quiere dejarlo claro. “Se trata de superarse a sí mismo, te pongo un ejemplo. Las primeras veces que yo salía a entrenar, la gente me gritaba cosas, me decían guatón tal por cual y se reían. Alguna vez me afectó. Imagínate que por eso yo hubiese dado un paso al costado, lo que le debe pasar a mucha gente, no hubiese vivido todo lo que viví después de eso, lo que vivo ahora. Esa fue una forma de superarme a mí mismo, superar el obstáculo. Y en las carreras lo mismo. Me pasó en octubre del año pasado que corrí lesionado, pensé en retirarme a la mitad, pero al final recordé todo el entrenamiento previo, los sacrificios que haces, tu misma historia de vida, y eso me dio fuerza. Terminé la carrera, no llegué en el primer lugar, pero recuerdo ese momento como uno de los triunfos más importantes que he tenido”, asevera Rodrigo Bugueño, quien deja claro que de eso se trata el deporte, como una metáfora de la vida, de caerse y levantarse, de llegar a la meta, no importa cuando, “pero sin rendirse”, dice, quien corrió bajo la lluvia, contra viento y marea. Así, literalmente. 4601iR