Valle del Encanto y su riqueza arqueológica

Ubicado a 24 kilómetros de la ciudad de Ovalle y en una quebrada se encuentra el Valle del Encanto. Su ruralidad permite al visitante retroceder en el tiempo y conectarse con los ritos de nuestros antepasados.
Valle del Encanto y su riqueza arqueológica
Valle del Encanto y su riqueza arqueológica
lunes 24 de febrero de 2014

Con petroglifos de más de 2.000 años pertenecientes a la cultura diaguita en un área aproximada de 3 hectáreas se encuentra el monumento histórico llamado Valle del Encanto, el que fue descubierto arqueológicamente en 1946, siendo declarado monumento histórico nacional el 5 de febrero de 1973. 

LEYENDA. Dicen que todo gran lugar y gran historia proviene de una leyenda. Valle del Encanto no es la excepción debido a que recibe su nombre por una antigua creencia de que el sitio se encontraría encantado. Muchos de sus turistas así también lo creen y al observar el lugar se dan cuenta de la importancia arqueológica que tiene, además de cumplir la función de transportar al pasado. Los visitantes tienen la oportunidad de participar de los ritos y ofrendas tal como lo hacían los primitivos y habitantes de la zona a sus dioses. 

Cuentan sus lugareños que en este asentamiento concurrían cazadores y pastores los que aprovechaban las excelentes condiciones que poseía el sector con la existencia de agua permanente en su lecho, incluso en años secos.

En la actualidad, las tres hectáreas poseen importantes vestigios arqueológicos como petroglifos, pictografías, piedras tacitas o morteros, los que llaman la atención a todos sus visitantes.

Las excavaciones han permitido determinar que fue habitado desde hace casi cuatro mil años por grupos de cazadores y recolectores de tradiciones costeras, hábiles ceramistas, recolectores con uso creciente de técnicas agrícolas, ganaderos, semi aldeanos, que habitaron en el lugar hasta el siglo VII d.C. aproximadamente. 

LA DONCELLA DEL VALLE DEL ENCANTO. La leyenda refiere que una doncella realizaba misteriosas y fugaces apariciones en lo alto del peñón del Encanto, resplandeciendo de oro su cabellera y alba de tules su figura. 

Por extraño encantamiento de malabares, unas naranjas de oro rodaban por el aire, yendo de una de sus manos a la otra y viceversa. Cuando alguien intentaba aproximársele, la figura se esfumaba sin dejar rastro alguno. Quiso en una de esas misteriosas apariciones que la viera un indígena, el cual se prendó de tal belleza y poseído por una obsesión rayana en demencia, día y noche aguardó tan esperada presencia. Muchas veces la volvió a ver y raudo se le aproximaba, pero, tal cual era el designio, cuando más se acercaba, la figura se iba desvaneciendo hasta desaparecer completamente, tal como lo mandaba el hechizo. 

Pero una noche estrellada, el obcecado hombre logró llegar sorpresivamente hasta ella y al extender los brazos para sujetarla, la luz dorada que despedían sus cabellos y las naranjas de oro lo cegaron. 

Cerró fuertemente los ojos doloridos, y al reabrirlos, comprobó que el encanto había desaparecido. Loco por el dolor punzante, decepcionado por la cruel realidad de sus manos vacías, se arrojó desde lo alto del peñón al vacío. 

Su cabeza azotó contra la mesa bajo piedra del peñón, terminando así con la obsesión de su existencia, víctima de su ilusión amorosa.

PETROGLIFOS. Sus lugareños destacan que estas muestras constituyen lo más requerido al momento de realizar el tour. Eso sí, aclaran que, dependiendo de la hora del día algunos de los dibujos pueden ser más claros que otros, recalcando que la hora propicia es al mediodía, cuando se pueden apreciar de mejor manera, además de destacar que algunos de ellos se encuentran tallados en bajorrelieve y otros que, al eliminarse el óxido superficial de la roca, son menos visibles que los anteriores.
La técnica utilizada en la decoración de la piedra corresponde al grabado profundo y al picado, y están íntimamente relacionados con la calidad de la roca.

Las primitivas culturas que crearon estas piezas empleaban una herramienta en forma de uña con punta roma para grabar.
El principal elemento decorativo de estos dibujos es la figura humana que se encuentra generalmente en actitud de movimiento, los rasgos faciales se advierten señalados con círculos y líneas para los ojos, narices y cejas, excluyendo la boca, la que no se dibuja. 

Este conjunto de elementos ha permitido a los arqueólogos formular un estilo de arte rupestre, llamado el “Estilo Limarí”.

PIEDRAS TACITAS. Son piedras con perforaciones del tamaño de una taza de café y sus lugareños relatan que se cree que eran utilizadas para guardar y moler alimentos. En algunas piedras se pueden encontrar más de diez perforaciones.
Si se sigue la corriente de un pequeño río que recorre el valle, estas perforaciones van creciendo de profundidad y diámetro hasta llegar a convertirse en pozones en los que entran una o dos personas en él. 

Las tacitas se presentan en tres tipos: cupuliforme, elipsoidea y cuadrangulares, con diversos diámetros que varían entre 10 y 15 centímetros y la profundidad de la excavación oscila entre 4 y 8 centímetros.
Uno de los mayores atractivos e interés arqueológico para los visitantes es el dibujo de una persona en una gran roca con un sol a su lado, causando variadas interpretaciones entre científicos, visitantes y estudiosos del fenómeno Ovni, ya que la cabeza de la figura tendría un “casco” puesto.

PICTOGRAFÍAS. Son de color rojo y se encuentran en escaso número. Presentan una temática geométrica de líneas onduladas o quebradas, desvinculadas de las típicas figuras antropomorfas que se observan en los petroglifos.
El recinto del Valle del Encanto cuenta en su interior con estacionamiento para vehículos, áreas de pic-nic y senderos señalizados para llegar a los tres sectores en que están ubicados los petroglifos, pictografías y piedras tacitas.