Alcohol para las heridas

La muerte de un indigente la semana pasada puso en el tapete la realidad del grupo social más excluido, la mayoría sumido en el abandono y en el alcoholismo, enfermedad que, según aducen los expertos, sería vital sanar para que estas personas puedan reinsertarse en la sociedad.
Alcohol para las heridas
Alcohol para las heridas
domingo 23 de febrero de 2014

Nosotros estábamos al frente cuando un amigo se acercó al “Denis”, para convidarlo, porque hace rato que no lo veíamos moverse. Ahí yo pensé que no había querido venir porque mi cumpa lo tapó y tampoco se dio cuenta (…) Después yo me enteré que en ese minuto él ya estaba muerto. Es el relato de Carlos, hombre de 57 años quien vive hace décadas en situación de calle y que hace un par de semanas presenció sin saberlo la muerte de otro indigente que puso en el tapete una vez más la dramática problemática social muchas veces oculta de La Serena. Se trata de la cantidad de personas que vive en situación de calle.

Según cifras de la Seremía de Desarrollo Social de fines de semestre pasado, sólo en la capital regional son 142 personas las que no tienen un lugar donde vivir y en su mayoría suelen pulular por las tradicionales calles de la ciudad, buscando un refugio, sobreviviendo cada día en un mundo que en algún momento los sacó a un costado del camino y simplemente los segregó.

 Ya habíamos constatado su realidad. En junio del año pasado, nos sumergimos durante días en el mundo de las personas en situación de calle y nos encontramos con una realidad impactante, sobre todo por las historias que ellos nos contaron, de lo que habían sido sus vidas antes de la muerte social de la indigencia y antes del flagelo del alcohol. Y es que, pese a que no hay estadísticas oficiales, prácticamente la totalidad de los indigentes con quienes conversamos en aquella ocasión y también con los que estuvimos la semana pasada estaban sumergidos en este mal que pareciera ser un verdadero sino para los vagabundos. Es el caso de don Carlos, quien no tiene problema en reconocerlo. De hecho, cuando lo encontramos el miércoles cerca del Puente Zorrilla en el sector del Barrio Almagro y recién comenzaba la tarde, el hombre ya estaba ebrio. “No se lo voy a negar, si usted no es tonto. Pero aquí se toma y se toma bastante. La calle es así, más para los que somos ya viejos. Es que, ¿qué más vamos a hacer? Ya a estas alturas queda poco”, dice, pesimista, mientras sus pasos tambaleantes dan cuenta de una pesada embriaguez. De pronto, se detiene, recuerda a su amigo fallecido y pregunta: “¿Quiere ir a ver dónde murió el ‘Denis’?”. El morbo nos supera y lo acompañamos.

Allí estaban todavía sus botellas. Unos pedazos de colchón que según dice Carlos, eran el lugar de descanso de su compañero “Lo que pasa es que este cabro no comía, no comía nada y tomaba mucho, como todos, quizá por eso murió, su cuerpo no aguantó”, dice el indigente. “¿Y usted no teme que le pase lo mismo?”, preguntamos de golpe y sin anestesia. “La verdad que yo no. Porque yo siempre he sido así, desde que estoy en la calle, desde que me echaron de mi casa, que paso así los días y nunca me ha pasado nada grave. Una vez tuve neumonía, pero se me pasó”, relata, con una naturalidad que sorprende.

Pero la vida de don Carlos no siempre fue así. Resulta que en algún minuto, probablemente al igual que “Denis”, él tuvo su familia, su casa, sus hijos. “Pero me echaron, me quitaron todo lo que tenía, es que era bueno para el trago, desde ese momento que vivo en la calle y estando aquí ya empecé a tomar más, todos los días”, afirma, con la mirada clavada en la tierra desde donde hace sólo un par de días retiraron el cuerpo sin vida de uno de sus amigos de la calle.

Una mal combinación

“¿A usted le gustaría recuperar a su familia, recuperar su vida?”, le preguntamos a don Carlos como la interrogante más obvia. Él guarda silencio, busca algo en su ropa y del bolsillo de su chaqueta saca una fotografía que muestra orgulloso. Es una mujer con dos niños que parecen tener algo que ver con él. “Por supuesto, pero para qué me voy a hacer ilusiones. La calle es la vida de uno. Sé que mientras no deje el alcohol no voy a poder recuperar nada y no es fácil dejarlo así que prefiero no pensar”, afirma, mientras vuelve a mirar la foto, deja salir un sollozo pasajero y vuelve a su cotidianidad. “El Denis… El Denis… Tan cabro que era”, dice.

Resulta que tal como reconoce Carlos, el alcohol ha sido y es su gran problema, como el de tantas personas que viven en la calle, para quienes dejar este vicio sería fundamental para rehacer sus vidas y reinsertarse en la sociedad. Así lo reconocen especialistas, quienes coinciden en que sacarlos de este flagelo sería un gran paso, quizás el primero, para ayudarlos.

Marisol Urrutia, psicóloga de la Universidad Católica del Norte también se conmovió con la noticia del indigente fallecido y su triste desenlace. Ella ya había reparado en la realidad que viven estos cientos de personas en la zona y está de acuerdo en que es necesario, primeramente, rehabilitarlos. “Sí, en general las personas que viven en la calle buscan refugio en el alcohol o en otro tipo de drogas, esa es un norma que se da con frecuencia”, señala, de entrada, la profesional.

Explica que, aunque no se puede generalizar, estas personas reunirían cierto tipo de características que los llevan, finalmente, a caer en este vicio antes o después de la indigencia. “Hay veces en que a una persona por esas cosas de la vida queda en la calle y ahí comienza a beber, como también puede ser que la persona llegue a la indigencia precisamente por causa del alcoholismo. Esto, lo segundo, ocurre cuando el ser humano llega a un nivel tan alto en su dependencia que ya no es funcional para la sociedad. Porque aquí hay que consignar que hay quienes pueden beber y no se produce ningún daño en su vida diaria, pero este no es el caso de la gente que llegó a estar en situación de calle, que generalmente alcanza niveles delicados de adicción”, asevera.

Urrutia es clara y enfatiza que cuando un alcoholismo es tan potente, la mayoría de las veces hay algo que se esconde en la vida de esa persona. “Esta dependencia puede verse gatillada por un hecho traumático, un gran dolor familiar, una depresión. En definitiva, un problema psicológico no resuelto que puede ir desencadenando el consumo sin control de la bebida. Y claro, hay casos en que la persona lo pierde todo, termina en la calle y aquello es lo peor que le puede pasar, porque esa adicción, en esas circunstancias, lo más probable es que se acrecient”, sostiene la experta.

“Tomo para olvidar”

El psicólogo terapeuta del Instituto de Psicología Diálogos, Gustavo Yuri, coincide en gran medida con Urrutia. En sus años ejerciendo la profesión ha visto casos de esta enfermedad y aunque no le han tocado pacientes que lleguen al extremo de perderlo todo y vivir en la calle, sabe que si una persona alcanza ese extremo, es muy difícil que pueda dejar esa dependencia. “Las características del alcohol hacen que las personas llegan a necesitarlo, que el mismo organismo lo requiera. Es un depresor, baja el apetito y hay que recordar también que muchas veces estas personas no tienen qué comer, por lo que entre comprar alcohol y comprar comida prefieren comprar alcohol muchas veces”, señala Yuri.

El psicólogo indica que en su mayoría, tal como nosotros lo constatamos, las personas en situación de calle, esconden un pasado doloroso, por lo cual el trago les sería útil para poder sobrellevar esos dolores que no pueden aguantar en un estado de lucidez. “Tomo para olvidar’, dice la canción y “en el caso de los indigentes alcohólicos, esto se da perfectamente, porque necesitan una forma de poder sobrellevar esas circunstancias tan adversas que les tocó vivir”, indica.

¿Rehabilitación posible?

Ambos expertos coinciden en que la rehabilitación es posible, pero cuando se trata de indigentes, el asunto se torna mucho más complejo. En primer lugar, porque el entorno en el que se desenvuelven propicia su dependencia y en segundo lugar, porque no cuentan con una red de apoyo o de afecto para salir adelante. “No hay una familia que los respalde, en la gran mayoría están en el abandono. Y para un alcohólico eso es fundamental. Aquí lo que hacen falta son mejores políticas públicas, una nueva forma de mirar las adicciones, tanto en este grupo como en otros, se trata de trabajar con la reducción de daños, cambiar la forma de mirar las dependencias”, indica Marisol Urrutia.

En ese sentido, el profesional Gustavo Yuri también sostiene que para salir del flagelo del alcohol es fundamental “ser acogido y contenido por los afectos”, cosa que sería compleja en la gente que vive en situación de calle, en cuyos casos hay un predominio de la soledad. “Ellos no tienen redes y las redes que tienen son las que forman con los mismos indigentes que tienen el mismo problema que ellos, que están sumergidos en la misma miseria, entonces ahí se forma el círculo”, señala, agregando que “faltan políticas públicas en este sentido, porque no basta con la caridad que se puede dar cada cierto tiempo. Los indigentes son ciudadanos también, por algún motivo llegaron a esa situación y alguien debe hacerse cargo”.

Un problema de todos

Más allá del inconveniente que genera para ellos mismos y para sus vidas su adicción al alcohol, también representa una dificultad para otros, ya que, en el Barrio Almagro, en donde se congregan estas personas, los vecinos están molestos. Así lo precisa Marcia Blanco, habitante del sector, quien según dice, debe lidiar todos los días con gente que le pide dinero. “Yo tengo dos hijas y la verdad es que de pronto da susto porque ellos siempre están curados y uno no sabe cómo van a reaccionar si no les das plata, hasta ahora nunca me han hecho nada, pero es una incomodidad porque le hacen mal al barrio”, asegura.

Su impresión coincide con la de Vladimir Rojas, otro vecino, quien reconoce abiertamente que cuando él ve a un indigente cerca de su hogar, lo corre. “Lo que pasa es que se ponen a tomar, orinan y dejan malos olores, imagínese que ya nos han quitado espacios, plazas en donde deberían estar jugando los niños están ocupadas por ellos, pasando la borrachera”, critica.

En el municipio, al alcalde Jacob está consciente del problema, pero aseguró que no han podido solucionarlo. “Hemos tratado de sacarlos, de llevarlos a otros lugares a Las Compañías, pero ellos vuelven a instalarse en el sector, no hay caso (…) Nosotros no podemos obligarlos a internarse o a salir de ahí, la verdad es que es un problema realmente complicado”, sostuvo.

Pero, ¿qué posibilidad entonces tiene un indigente de rehabilitarse si lo único que se plantea es retirarlos de un lugar hacia otro? Lo cierto es que, tal como lo señalan los especialistas consultados, serían pocas.
Desde el Gobierno, por el momento, no existen políticas permanentes en este sentido, eso sí, el Ministerio de Desarrollo Social efectúa el Programa Calle, el cual pretende ayudar a estas personas, “para restituir sus capacidades, funcionales y vinculares y así mejorar sus condiciones de bienestar”. Sin embargo, el programa no hace alusión directa al problema de las adicciones, como el alcohol en el cual está sumida la mayoría de estas personas.

Consultados por esta problemática, desde Senda (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol) dieron una luz de esperanza. La encargada regional de la Unidad de Tratamientos, Paula Sáez, indicó que en este minuto, a nivel nacional existe un programa piloto orientado específicamente a la rehabilitación de personas en situación de indigencia que estén registradas en el Programa Calle del Ministerio de Desarrollo Social. Actualmente, la iniciativa se lleva adelante en Arica, Valparaíso, Región Metropolitana Maule, Bío Bío y Magallanes, pero Sáez espera que pronto llegue a la Región de Coquimbo. “Este programa está enfocado a la recuperación de estas personas y pueden acceder todos, sin ningún límite de edad ni situación, el único requisito es que tengan Fonasa y tendrán la atención gratuita”, indica Sáez.

Prevención

En esto, los expertos son categóricos. No todas las personas que son alcohólicas van a caer en la indigencia. Eso sí, hacen un llamado a las familias de jóvenes para que estén atentos ante cualquier indicio de que sus hijos puedan estar cayendo en este tipo de adicción o cualquier otra. Así lo enfatiza Segundo Castro, quien estuvo durante 15 años en Alcohólicos Anónimos. “A esta enfermedad, si no se le pone atajo a tiempo simplemente lleva a la muerte, porque es un mal incurable, progresivo y mortal”, precisa.

Él indica que en los años que estuvo en la comunidad jamás vio que una persona que formara parte de ella haya terminado perdiéndolo todo, ya que cree que el trabajo que allí se realiza, íntimamente ligado a la espiritualidad, de verdad puede servir.

Sin embargo, al igual que la mayoría de las institucione, Alcohólicos Anónimos es una entidad que acoge, no que sale a buscar y en el caso de las personas en situación de calle, sería difícil que acudieran voluntariamente.

Sin duda, el problema de la indigencia en la Región y en Chile es mucho más complejo y el alcoholismo es sólo una de sus aristas. Sin embargo, pareciera ser una de las principales para poder liberar a esta gente de sus fantasmas y, tal como lo afirman los expertos, el primer paso para la reinserción social.

Aún no se concretan iniciativas que apunten específicamente a recuperar a estas personas de este flagelo. Por lo pronto, personas como don Carlos deberá seguir deambulando por las calles, con su caja de vino medio vacía en la mochila, aguardando la noche para ingresar a la hospedería que lo acoge. A “Denis”, simplemente, no le alcanzó el tiempo.