Adriana Peñafiel: La Serena con perfume de mujer

La exalcaldesa cuenta su historia más allá de la política. Recuerda desde sus años de “niña traviesa” en el Colegio Inglés de la capital regional hasta sus momentos más gloriosos en la escena política local.
Adriana Peñafiel: La Serena con perfume de mujer
Adriana Peñafiel: La Serena con perfume de mujer
sábado 08 de marzo de 2014

Las últimas tardes han sido tranquilas para Adriana Peñafiel. Y es que ésta es una etapa especial de su vida, resuelta, diría más de alguien.

Cuando la llamamos para concertar la entrevista dijo inmediatamente que sí. Resulta que hoy no tiene ninguna intención de guardar secretos y está consciente de que hablar de ella es hablar, en parte, de la historia reciente de La Serena.

Alcaldesa durante tres periodos. Primero desde 1989 hasta 1992, sin haberse sometido a elección popular y posteriormente validada democráticamente para dos mandatos más en 1996 y en el 2000.
Sus primeros años los vivió en Coquimbo, en calle Melgarejo, en donde hoy se emplaza una casa comercial. Pero pasó muy poco tiempo ahí, ya que sus padres se trasladaron a La Serena.

En la capital regional pasó gran parte de su infancia y en los patios del Colegio Inglés se forjó la personalidad de esta “pequeña traviesa”, como la llamaban. “Lo que pasa es que como era hija única, a una siempre la consienten un poco más de lo debido, quizás, pero fue una infancia muy feliz”, recuerda Peñafiel, mientras sus tres perros a los que acaba de dejar fuera para recibirnos en su living comedor, protestan desde el patio de la casa.

Cree que nunca le afectó mayormente el hecho de crecer sin tener hermanos. Sucede que, según cuenta, por esos años el Colegio Inglés tenía una “mística especial” y ella siempre destacó por tener un carácter sociable. “Nunca me sentí sola, eso sí, cuando después llegaba la hora en que todos teníamos que irnos a nuestras casas, ahí se notaba un poco el tema de no tener hermanos”, cuenta Adriana Peñafiel, ya imbuida en la conversación.

Y es que cuando habla de su infancia se emociona. Recordar sus juegos y sobre todo sus “maldades”, cuando ha pasado tanto tiempo de aquellas, resulta ser algo especial. “Cuando creces es inevitable que sientas algo al recordar, porque son tiempos que no vuelven y eso es la vida, cuando uno va creciendo todo se va complejizando”.

La mujer

Pero la infancia terminó y llegó el momento en que tuvo que partir. Fue cuando terminó su periodo en el Colegio Inglés de La Serena, que tuvo que tomar la decisión acerca de cuál sería el destino que seguiría. Ella, aunque muy apegada a su familia al ser hija única, no dudó en ningún momento en qué era lo mejor para su futuro, pese a que esto implicaría tener que alejarse. Adriana partió a Santiago. Y es que la determinación de ser siempre la mejor, primó. “Me fui porque ahí estaba la mejor escuela de Historia, en el Pedagógico”, señala Peñafiel mientras continúa con sus manos pegadas a la silla y esa sonrisa leve parece no terminar nunca. “Si me lo preguntas, obvio que es difícil dejar tu tierra, dejar a tu familia, pero yo quería una educación de bien. Lo que pasa es que yo era muy independiente, al contrario de lo que se puede pensar al ser hija única. Me criaron así”, relata.

Y recuerda perfectamente el día en que dejó la capital regional. Unos orgullosos padres la fueron a dejara Santiago, a buscar el lugar idóneo en donde Adriana pasara sus años universitarios y encontraron un pensionado dirigido por monjas teresianas. Pese a que Peñafiel tenía una formación católica, reconoce que aquel fue un cambio drástico para ella. Y claro, se topó de golpe con la severidad de las religiosas. “Allí la forma de vida era distinta, por ejemplo, a las 9 ó 10 de la noche ya tenías que estar acostada. Era una vida como de regimiento. Recuerdo que me levantaba a las siete de la mañana y antes de irnos a la universidad teníamos que dejar la pieza lista. Eso a mi familia le sorprendió mucho porque en mi casa no había sido muy hacendosa que digamos”, recuerda, entre risas.

Y es en este punto de su vida, en el que Peñafiel descubrió otra de sus características como persona que siempre conservó, esa capacidad de adaptarse a distintas realidades. “Ahí te das cuenta que tu personalidad no es tan rígida y por ejemplo, ahí, con las religiosas descubrí que así como era muy traviesa cuando pequeña, podía también ser una niña disciplinada”, narra, mientras, por fuera de un ventanal, uno de sus tres perros, la mira, gracioso, como con cara de tristeza al no poder entrar. “Es que son mis regalones”, consigna ella, en un tono de sutil ternura.

Por esos tiempos, también emergió la pasión por la política que la llevó años más tarde a ocupar altos cargos de elección popular. Lo que ella define como una verdadera vocación de servicio público, se comenzó a vislumbrar cuando terminaba la década del ’70, cuando fue elegida presidenta de las alumnas residentes en el pensionado de monjas. Aquella carrera dirigencial continuó en la Universidad.

Pero la incipiente carrera política de Peñafiel no mermó su capacidad para los estudios. Siguió siendo una alumna destacada. Incluso antes de terminar la carrera, le dieron la oportunidad de hacer clases en la Universidad Técnica. “Me buscaron a mí, yo creo que porque era conocida, era bien mirada en la Universidad por el tema de mis notas y mi rendimiento. Y, sí, eso era un orgullo”.

Peñafiel y la derecha

“La ideología política de derecha estuvo en mí presente desde siempre”, dice una Peñafiel enfática, sin reparos. Y es que, según cuenta, sus padres habían estado ligados a la centroderecha y de ahí derivaron sus inclinaciones. Pero, claro, no fue sino hasta cuando estuvo en la Universidad en Santiago, durante el tiempo en que el país se polarizó, cuando estar de uno u otro lado se volvió relevante. “Yo nunca fui parte de un partido cuando joven, pero siempre participé en movimientos como el de Iglesia Joven y otros”.

-Eran años complicados y además el lugar en donde usted estudiaba era dominado por la izquierda…
“Sí, claro, ahí estaba los comunistas y los socialistas. Nunca tuve problemas con ellos a un nivel personal, pese a que era evidente que había tensión. Había discusiones, armábamos discusiones o coloquios”, recuerda la exalcaldesa. Pero siempre estaba sola. Y es que era difícil “ir contra la corriente”. Sin embargo, sin que ella lo anduviese buscando, un día se le acercó un compañero de universidad y le hizo la pregunta que probablemente muchos habían querido hacerle, pero nadie se había atrevido. “¿Usted es del Partido Nacional?”, le dijo, a lo que ella respondió con un no categórico, eso sí, agregó que sí profesaba la ideología de derecha. A partir de ahí, comenzaron a constituirse los círculos. “Esta persona, que sí pertenecía al Partido Nacional, me comentó que en distintas escuelas de la Universidad había más adeptos al partido, entonces lo que nosotros hicimos fue ir a buscarlos. Juntamos a unos cuantos y lo que hicimos fue concertar una cita. Yo, de escuela en escuela, y formamos el movimiento que era el movimiento independiente que en la Católica fue el movimiento gremialista, empezamos a participar en las elecciones de federación (…) Descubrí que éramos más de los que creíamos, lo que pasa es que no se manifestaban, hasta que yo abrí mi boquita”, relata, con un evidente tono de orgullo.

La subversiva

Pero no sólo de procesos eleccionarios supo Peñafiel durante esos años. Recuerda como si hubiese sido ayer la vez que en plena campaña de Salvador Allende, ella, junto a un grupo de jóvenes de derecha, pegaron estampillas de Alessandri, en el automóvil en el que se transportaba el socialista.

“Había un grupo, pero la que las pegó fui yo”, relata, con una risa algo traviesa.
Y claro, en ese momento, Peñafiel ya era absolutamente identificada con la derecha. Y así se lo hacían saber sus compañeros. “Me decían la momia, pero todo en un sentido simpático, yo igual con ellos, tenía amigos de todos lados, seguíamos saliendo a tomar café. Es que son posiciones en la vida, son convicciones y yo creo que si tú eres consecuente no vas a tener problemas”, consigna Peñafiel.

Pero aquellos tiempos de rebeldía de Peñafiel no comenzaron ahí. Resulta que, años antes, cuando Adriana aún estaba en el pensionado de las religiosas, fue en parte la responsable de que éstas simplemente cerraran el internado. Peñafiel recuerda con particular simpatía ese episodio. “Un día llegaron unas compañeras un poco tarde y no la dejaron entrar, entonces, como yo era la presidenta, ahí hice que todas nos levantáramos y empezáramos a protestar. Estuvimos, no sé, unas horas protestando y, claro, dejaron entrar a nuestras compañeras, pero las monjas terminaron cerrando el pensionado…”.

-O sea, ¿lo cerraron por culpa suya?
“En realidad fue por culpa de todas, de partida por las que llegaron tarde”, recuerda entre risas.
Aunque esa estampa de mujer independiente ha estado presente en Peñafiel desde siempre. Fue después de que se salió de este pensionado, ya con una activa vida política, que manifestó su ánimo libertario en su máxima expresión. Tanto así que desde la misma Revista Paula, que por esos años trataba temas de liberación femenina, le hicieron un reportaje a ella y al grupo de amigas que vivían solas en un departamento, cosa que para la época era todo un acontecimiento. “Les llamé mucho la atención, y la verdad es que a mí me parecía muy normal (…) Nos entrevistaron y agradó tanto el reportaje que cuando la revista cumplió 30 años eligieron a 30 mujeres importantes de Chile, entre ellas, a mí”, relata Peñafiel.

Un día especial 

El 11 de septiembre de 1973 encontró circunstancialmente a Peñafiel en La Serena. Y es que los años previos habían sido en extremo agitados debido a que la actual directora de Sernatur participaba activamente en la política universitaria. Por ello la sorprendió una complicada enfermedad. “Lo que pasa es que fueron años muy agitados y me pasaron la cuenta, tuve un principio de tuberculosis y eso me significó hacer reposo por bastante tiempo”, relata Adriana.

Cuando habla de aquel día con exactitud, parece cambiar en algo su tono de voz. Más pausada y reflexiva, luego de un pequeño silencio, de su boca aflora un sincero comentario. “Todo el mundo sabía que se veía venir, el país necesitaba un cambio muy grande y eso fue lo que pasó, evidentemente que este cambio va a ser bueno o malo, de acuerdo a la óptica con que se mire”, dice.

El retorno definitivo

Pasaron los años más difíciles de la dictadura. La exalcaldesa de La Serena se recuperó de su enfermedad, terminó su carrera de Historia y ejerció durante cuatro años en el Colegio Santiago College, en la Región Metropolitana.

Sin embargo, las raíces y las circunstancias pudieron más. Un día, sin que ella se lo esperara y cuando parecía tener su vida resuelta en Santiago la llamó el por entonces alcalde designado por La Serena, Eugenio Munizaga Rodríguez, para que ocupara el cargo de secretaria municipal.

A nadie le agradó este cambio. Y es que, según Peñafiel, en su familia veían como un retroceso el volver a la ciudad, teniendo una inmensa proyección en lo profesional en el ámbito privado. “Lo que pasa es que en ese tiempo las municipalidades no estaban muy bien miradas, porque se encontraba que eran eminentemente de labores de aseo y ornato. Yo en ese momento tenía una beca para irme a Estados Unidos, pero tomé la decisión de volver a La Serena, porque eso era lo que quería”, relata, dando otra muestra más del carácter fuerte que siempre ha ostentado. “Además, en ese momento, el alcalde Munizaga me dijo que como parte de mis funciones yo me iba a hacer cargo de crear y organizar la actividad cultural acá en La Serena”, agrega.

De aquellos años en el municipio guarda los mejores recuerdos, sobre todo, por lo que dice, el renacer de toda una actividad cultural, que por esos años vio la luz.

Munizaga se fue, llegó Lowry Bullemore y ella continuó en el cargo de secretaria municipal, hasta que llegó su momento cuando entre 1989 y 1992 le tocó el turno de asumir como alcaldesa de La Serena.

Ahí todavía en calidad de designada, aunque más tarde se validaría en una elección democrática, derrotando al hoy electo diputado Raúl Saldívar, con quien compartió un periodo y volviendo para mantenerse por otros dos periodos hasta el 2010, cuando decidió no volver a postular.

“Cada vez que me tocó ganar una elección me sentí validada, creo que es incluso por el trabajo que hice junto a Eugenio Munizaga. Y después también creo que lo primero que quedó en la retina de toda la gente fueron las luces de la Avenida del Mar, eso lo tengo muy en la retina y la gente también”.

Presente y futuro

Llevamos conversando cerca de una hora y la sensación es que podríamos continuar durante un par más. Sin embargo, el tiempo se agota, para ella y para nosotros. Afable, como durante toda la entrevista, le preguntamos por su presente y su futuro. Por lo pronto, espera terminar de buena manera su gestión en Sernatur y luego de esa fecha, no tiene claro lo que hará, en lo inmediato.

-¿Volvería a presentarse a algún cargo de elección popular?
“No lo sé. Al menos a alcaldesa, no”, enfatiza. Y es que cree que la eternización en el poder es sumamente negativa para la política.
“Yo pude haber seguido postulando pero la verdad es que encontré que era negativo, porque se produce una rutina y una burocracia que es innegable en el transcurso de tantos años, el mismo alcalde pierde la energía y todo se va volviendo una rutina”, expresa.

Lo que sí le llama la atención son las consejerías regionales. “Esa es una instancia interesante para poder participar, para volver”, acota Peñafiel.

Cuenta pendiente

> Nunca tuvo hijos ni tampoco se casó y ahí estaría su gran deuda con la vida. Aunque reconoce que hoy puede decir que es una persona feliz, aquellas serían sus cuentas pendientes. “Bueno, una se posterga porque siempre estuve trabajando por La Serena. Por muchos años fui 24/7 cuando nadie hablaba del famoso 24/7, mi vida entera fue así. Ganas de casarme no me faltaron, pretendientes tampoco, pero en el caso mío que me concentré tanto, tanto, tanto, al final también el tiempo se fue pasando, pero estoy tranquila”.

Asegura que le encantan los niños. Por ello, cuando ve a hijos de sus amigas gasta toda su energía en consentirlos y darles el amor que tiene guardado. “Era incompatible el tener hijos con mi trabajo, por más que tú de pronto tenías el tiempo en las épocas en que dejé de ser alcaldesa, una ya entra en una espiral de trabajo que te va consumiendo y vives en función de eso”, dice, sentada en el mismo sillón en el que nos recibió cuando llegamos, cuando sus mascotas se tiraron cariñosas hacia ella y que ahora, con algo de tristeza, la miran por la ventana. “Vamos a tomarnos unas fotos con ellos”, acota.

Autoridades de todos los sectores -en la imagen con Augusto Pinochet- saludaron a Peñafiel cuando vinieron a la ciudad.